Caricias entrega a su vientre
sabiendo que su hijo ahí se instala,
y en la ducha le susurra
cada día
que espera impaciente su llegada.
Y así pasan dulces los días:
Soñando con sus ojos,
con su risa
soñando con el olor
a bebé que tanto ama.
Y su pecho se acrecienta
cada día,
como crece el amor
en sus entrañas.
Hasta que como
en pesadilla,
el embarazo
termina para siempre,
brotando sangre,
aquello que fue vida.
Y se siente rota, triste,
se siente con rabia y enojada.
Porque a veces los sueños,
cambian en instantes,
y la muerte
asoma a la ventana.
Y el tiempo
que es el mejor hechicero,
va curando sus heridas.
Porque la vida es frágil
frágil la carne,
frágil el sufrimiento
de una madre que lo es
aun con su hijo sin nacer.
Marisa Morales Sánchez