La envidia es una falta de amor. Es la incapacidad de alegrarte de todas aquellas bonanzas que le lleguen a tu prójimo. Es la no aceptación de tu propia limitación humana. Una falta de aceptación del lugar que te corresponde en el mundo y que muchas veces has elegido. O una falta de valor de encontrar y permanecer en aquel que crees que es tu lugar.
Si no te alegras del bien de tu prójimo. ¿Qué capacidad tienes de amar? Si crees merecer más sus posesiones materiales e inmateriales. ¿Qué amor hay en tu corazón? Es una pobreza de espíritu. Es una malgaste de energía. Un veneno. No puedes ser todo. No puedes tener todo. Hay que dar un paso hacia la humildad. No somos todopoderosos. Pero si somos mucho y tenemos mucho que aportar cada uno de nosotros. La trampa de la envidia es la comparación que hacemos unos de otros. Pero es una falacia. Porque todos poseemos también carencias de cualquier tipo. Pero en un mundo dado a las apariencias solemos mostrar aquella parte más amable que hay en nuestras vidas. Aquello que consideramos triunfos. Que la sociedad nos dictamina que lo son. Pero es una mentira, como tantas otras. El mayor triunfo tan solo es conquistarte a ti mismo. Y en esa conquista todos estamos en proceso. Hay que seguir ese camino. Y aprender a amarnos y a amar es lo más urgente. Y el mayor triunfo.
Marisa M. Sánchez