Y ella encontró la paz cuando dejó de buscarla en el exterior.
Cuando comenzó a mirarse a ella misma.
En sus silencios, en su soledad, en la quietud.
Ya no buscaba la paz en los demás, en las circunstancias, en las expectativas cumplidas.
Se dio cuenta que era un error.
Porque era quedar a expensas sobre aquello sobre lo que no tenía control.
Y eso solo le traía desasosiego.
Pero ahondó en su interior y comenzó a conocerse, a aceptarse, a amarse.
Y en la medida que se aceptaba a si misma aceptaba a los demás y a la vida tal cual era.
Como un milagro y como un aprendizaje.
En la medida en que se amaba era capaz de amar a los demás, con sus luces y con sus sombras.
Y amar los cambios del destino.
La aceptación la hizo libre. Le dio la paz anhelada. Y fue feliz.