Qué bonito el mundo
cuando enviábamos cartas de amor
a un amante, a un amigo, a un hermano…
A una viuda, a un solitario, a un viajero,
a un enfermo o prisionero,
a cualquier ser por el que sentías cariño, por el que sentías pasión, al que tanto tú extrañabas.
Y así, al escribir,
de nuevo lo evidenciabas…
Qué bonito el mundo, con esa tinta derramada,
con ésa de tu puño y letra…
Llamádme romántica, anacrónica loca,
pero aún guardo algunas, de amigas pasadas, también de mis hermanas…
Y las de mi abuela, esa que me crió y que al haberse ido, llevo en el corazón.
Qué bonito el mundo que comunica,
que expresa con cada palabra, su sentir
y su canción…
No dejéis de escribir, de expresar, de decir,
todo lo que abarca el alma.
Qué bonito el mundo y qué bonitas las cartas…
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