A la niña que yo fui
quiere cantarle canciones,
quiero comérmela a besos
mientras fábulas le cuento.
Seguro me enseña caminos,
porque es una exploradora,
también una zalamera
y siempre una observadora.
A la niña que yo fui
le pido que a mi me muestre
todo lo que ella conoce:
el amor sin darse treguas,
la ilusión de ver hormigas
recogiendo su comida,
mirar volar mariposas
mientras piensa en otros mundos,
mientras habla a sus difuntos.
Esa niña que yo fui
quiero que me enseñe ahora:
a imitar el canto del grillo,
saltar como saltamontes,
reclamar lo que crea justo,
llorar cuando pierda en los juegos
y después alzar el vuelo.
A la niña que yo fui
le hago muchas cosquillas,
la llevo yo a pasear,
la dejo al fin escribir,
la dejo que sea feliz.
Poema incluido en «Cándida».